lunes, 27 de abril de 2009

Pidiendo permiso matutino para cogerme unos globos

¡Buenos días!

La mañana transcurre con suavidad, como si fuera en globo, a pesar del frescor tan propio de estas tierras pero áspero si se diera allende el sur, ya que con grandes sufrimientos el termómetro pasa de los 10ºC, ya pasado el mediodía, dificultado por las rachas de inclemente viento del noroeste y la nubosidad que cada vez más empaña el tibio e inmaculado sol que nos inundaba desde el alba. La primavera, por tanto, dados estos rigores térmicos, pide tímidamente permiso para enseñorearse de la ribera y sus aledaños, entra y empieza a asentarse a base de brotes de vivo verde por las alturas y de punteado y variopinto colorido floral por entre las praderas. Y yo aquí, en mi transparente globo particular, desde el que miro a través de los ventanales todo lo que acontece, cogiéndome globos cada vez que las hormonas se me disparan al albur de los ciclos climáticos, los de fuera y los de mi propio ánimo, que esos sí que no piden permiso para invadirme ... aún así, yo se lo concedo tácitamente.

Este fin de semana estuve en el cine viendo dos películas. La primera, por orden cronológico, fue "El vuelo del globo rojo" ("Le voyage du balon rouge"), de Hou Hsiao Hsien, y con Juliette Binoche. De este director ya había visto hasta ahora dos películas suyas, cuyos matutinos podéis ver pinchando aquí, "Milennium mambo" (2001), que no me gustó gran cosa, y "Three times" (2005), que me pareció muy buena. Sin embargo, la del globo rojo me pareció casi una tomadura de pelo, pues no me dijo absolutamente nada, salvo algunos brevísimos instantes de interés. Y es que, como ya he dicho alguna que otra vez, la frontera entre lo sublime y lo patético es tan fina que es muy difícil llegar a lo primero y fácil caer en lo segundo. Me pareció como si el director se hubiese cogido un globo (o hecho una paja) mental. Por contar algo del sin sentido que me pareció esta película, empieza con un globo rojo que sigue (autónomamente) a un niño por París (las escenas del globo, lo más muermo del film), cuya madre, una neurótica madre soltera, que trabaja como titiritera, abrumada por sus pequeños problemas cotidianos, contrata a una estudiante taiwanesa como niñera para que le ayude a cuidar de su hijo ... y poco más ...

La segunda, esta sí que sí, fue un acierto total, y eso que reniego a priori de las películas de vampiros. Fue estupenda, una delicia, y desde ya os la recomiendo. Se trató de la producción sueca "Déjame entrar" ("Lat den rätte komma in"), de Tomas Alfredson, y con Kare Hedebrant y Lina Leandersson, cuyo guionista, John Ajvide Lindqvist, es el autor de la novela homónima en la que está inspirada. Nos cuenta como en un suburbio de Estocolmo, en los primeros años 80, durante un negro invierno, un chico de 12 años, solitario, de padres desprendidos, atemorizado por estar continuamente acosado por algunos compañeros de clase, traba amistad con una extraña niña de su edad, recién instalada en el apartamento de al lado de su casa, que solo sale por las noches, las eternas noches del invierno boreal, está pálida, y camina con poquísima ropa por los desolados y gélidos bosques y calles. Coincidiendo con su llegada empiezan a ocurrir brutales e inexplicables asesinatos.

Una original aproximación al mito de los vampiros, con la justa medida de sangrías (tres o cuatro brevísimas escenas), sin truculencia, con realismo social y fantasía sobrenatural, que es más una intimista y tierna historia de amor y amistad entre dos almas solitarias con un final de feliz esperanza; aunque el "Drácula" de Bram Stoker ya era una arrobadora historia de amor romántico. Una historia, de ritmo pausado, sobre como el amor nos puede sacar de oscuros abismos, pues nuestra vampira infunde en nuestro muchacho el valor necesario para defenderse ante los acosos de la vida. El título hace referencia a uno de los aspectos de la ética del mundo de los vampiros, que tienen que ser invitados para poder relacionarse con la gente. Y quizás, también, a como deberíamos relacionarnos con los demás, pidiendo permiso antes de entrar en sus vidas, respetando y queriendo al otro tal cual es.

Ahora, para tratar de no cogernos demasiados globos ante los avatares vitales, os pido permiso para poneros unas citas de sabiduría ajena:

- "Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos, como hermanos". (Martin Luther King).

- "La oscuridad nos envuelve a todos, pero mientras el sabio tropieza en alguna pared, el ignorante permanece tranquilo en el centro de la estancia". (Anatole France).

- "Después de su sangre, lo más personal que puede dar el hombre es una lágrima". (Alphonse de Lamartine).

- "La base de la urbanidad, de la buena educación, es moral: no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti". (Amando de Miguel).

Besos y abrazos,

Don.
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